¡NACER DE NUEVO TODOS LOS DÍAS!

Saludos, soy Yvette Hernández, una mujer común y corriente que ha aprendido a nacer todos los días. Casada por casi 30 años y con cuatro bellos hijos e igual cantidad de nietos.

Les cuento que después de estar luchando por más de dos años por salvar mi matrimonio, tomé la decisión de separarme de mi esposo.

Ya estaba cansada de hablar con él, de no ver solución a los problemas, y de buscar consejería por más de un año.

Decidí hablar con mis hijos, mis padres y algunas amistades cercanas para comunicarle sobre mi decisión definitiva. Pero, como “el hombre propone y Dios dispone”, surgieron esas ciertas situaciones que son las que hacen reflexionar y entender que Dios es quien tiene el control de nuestras vidas.

En junio de 2011 mi papá fue diagnosticado con cáncer terminal en las glándulas salivales. Para mis hermanos, mi mamá y para mí fue muy duro. Cuidar de él, cambiar nuestros itinerarios para estar presente en sus citas médicas, aprender a lidiar con sus tratamientos e inclusive quedarnos en su casa por si alguna emergencia se presentaba durante la noche, fueron algunas de las adaptaciones que realizamos como familia. Al paso del tiempo mi papá iba deteriorándose en salud, sus tratamientos de quimioterapia y radiación eran agresivas y varias veces lo vimos abrazado a la muerte, sin embargo su espíritu de lucha y fortaleza jamás desvanecieron. Él con su actitud ante la desgracia, nos estaba enseñando a nosotros a cargar la cruz con dignidad.

En el mes de septiembre del mismo año vi un anuncio en Facebook que solicitaba donar pelo para pacientes de cáncer; sin pensarlo dos veces me dispuse a donar el mío. Recuerdo que cuando me comuniqué con Teena, ella aprovechó el momento para extenderme una invitación a participar en su academia de modelaje TM Model. Mi reacción inmediata fue reírme y decirle que ya yo estaba vieja para eso, aparte de que no tenía el dinero para pagarle el curso debido a mi situación económica. Ella insistió y me hizo prometerle que al menos visitaría la academia en algún momento y así lo hice. Mi primera visita fue impactante pues éramos solo adultas, posiblemente la más joven tendría unos 25 años y la mayor unos 60. En el momento que estábamos hablando sobre nuestras vidas, cuán grande fue mi sorpresa al ver que todas y cada una de nosotras compartíamos algo en común; habíamos dejado ser de nosotras para ser de los demás. Llevábamos una vida cuidando de todo y todos en nuestro alrededor y nos habíamos olvidado de nosotras mismas.

Seguí asistiendo y encontré en el grupo y en la academia un espacio para mí, que estaba ayudándome a levantar mi autoestima, aprendiendo a quererme más, y probándome a mí ser capaz de cosas que ni yo misma pensé que podía realizar. Pero una nueva situación vino a darle otro giro a mi vida. A principios de diciembre del 2011 sentí una pequeña molestia en el seno izquierdo y decidí hacer una cita médica con mi doctora. El 23 de diciembre fui a la consulta para informarme sobre los resultados de la biopsia que me practicaron y para mi sorpresa resultó positiva ¡tenía cáncer de seno!, y era agresivo, por lo que había que reaccionar de inmediato. Intenté hacerme la fuerte, recordé inmediatamente la actitud de mi padre cuando fue diagnosticado, pensé que si esto estaba en el plan de Dios, pues que fuera su voluntad y no la mía. Mi mayor preocupación fue ¿cómo le iba a informar a mis padres que ahora también su hija padecía de cáncer?

Debía hacerme una serie de estudios y teníamos en contra que esa semana era Navidad y muchos lugares estarían cerrados por las festividades. Pero, para la Gloria de Dios, a la siguiente semana todos se realizaron y los resultados estuvieron disponibles para el 6 de enero. En silencio, junto a mi esposo, decidí orar, y le pedí a Dios que me diera la fortaleza que necesitaba. La doctora, después de saludarnos, comenzó a darnos los resultados de los exámenes y nos presentó varias opciones entre las que por varias razones recomendaba la eliminación radical del seno. Ese día se celebraba el día de los Reyes Magos y en Puerto Rico se celebraba por todo lo alto, pues los Reyes Magos fueron tres hombres sabios que se dejaron guiar por una estrella para reconocer que el Salvador del mundo había nacido. Yo le pedí a Dios que la guiara a ella para que me indicara los mejores pasos a seguir, por lo que yo entendía que la respuesta no venía de la doctora, sino de Dios.

De regreso, mis hijos estaban todos en la casa y pensé que era el momento indicado para informarles lo que estaba ocurriendo. Pude ver sus diferentes reacciones; mi única hija optó por llorar en silencio, mi hijo mayor no podía entender el por qué le pasaba aquello a su abuelo y a su mama; el menor quedó en total silencio y el otro se llenó de coraje y dolor. También mi mamá lloró, gritó y reclamó al conocer la noticia. Me tocó ser la fuerte una vez más y decirles a ellos que todo iba a estar bien, que Dios sabía lo que estaba haciendo.

Tuve varias cirugías y dependía bastante de mi esposo ya que fue mi enfermero personal. Un día, mientras él me bañaba, me dijo que si tuviera que volver a cuidarme lo haría sin pensarlo una y mil veces. Eso dijo el hombre del que yo estaba pensado separarme. En ese momento sentí que Dios me hablaba para hacerme ver que quizás mi esposo no era lo que yo esperaba que fuera, pero si el que Él me había elegido.

La transformación del cuerpo no me fue fácil de aceptar, ni de adaptarme a ella. Un día le pedí a mi esposo que por favor no tocara mi seno izquierdo, que eso me hacía sentir incomoda y que no me gustaba. Él en ese momento me dijo: “sabes qué mi amor, yo te voy a decir lo que yo veo a través de ese seno; yo veo a una mujer fuerte, valiente, luchadora, sobreviviente y mejor aún el MILAGRO DE DIOS”.

Todas estas situaciones nos han hecho más fuerte. Obtuvimos una familia más unida y preocupada. El pasado verano fuimos invitados a comer en la casa de unas amistades. Recuerdo haber visto a mi padre intentando pellizcar un pedacito de carne y echársela en la boca, pero no poder comérsela por su condición. Esa tarde mi mamá me pidió que le tomara una foto junto a mi papá cerca de la piscina. La primera imagen quedó un poco oscura y les pedí que se movieran de lugar para intentarlo de nuevo. Al revisar la foto antes de borrarla me percaté de que frente a los cuerpos de mis padres se reflejan dos chorros de aguas que salen de la piscina y que de alguna manera se juntaron para formar un Rosario. La mostré a todos los presentes y como no dejábamos de sorprendernos decidí ponerla en Facebook y compartirla con mis contactos. Para mi sorpresa, a los pocos días se comunicó conmigo Ligia, la esposa del diácono Alan, amigos nuestros, para decirme que ella si puede ver claramente el Rosario, y a la vez me sugirió que mirara nuevamente la foto pues entre las caras de mis padres, en la parte de atrás, se veía reflejado el rostro de Cristo. ¡Increíble, pero muy cierto!

Hablé con mis padres al respecto y entendimos que era la manera de Dios decirnos, “tranquilos, yo tengo el control de sus necesidades”. Al día siguiente mi papá estaba comiendo sin dificultad ninguna y ya van varios meses que le eliminaron el tubo para alimentarlo. ¡Qué grande es mi Dios!

En lo personal aprendí a valorar la vida y a vivir cada día como si fuera el último. Recientemente me gradué del curso básico de la academia TM Model y me atreví a modelar en frente de 600 personas.

Dios jamás nos desampara y lo mejor que podemos hacer es dejar que fluya en nuestro corazón. Él tiene un plan perfecto para todos y sólo queda dejarnos guiar por su amor infinito.

Mi papá continúa entre nosotros y su enfermedad le ha servido de purificación del alma. Él es mi gran ejemplo de superación en la vida y le doy gracias a Dios por permitirnos abrir los ojos en la mañana y ser testigos de sus grandezas. Yo continúo trabajando y sirviéndole a Dios a través de la Iglesia Católica. Aprendí a entender que detrás de cada sufrimiento hay un rayo de luz y esperanza y que hay un propósito de ser.

Definitivamente puedo ver con más claridad el amor y la misericordia de Jesús, por eso te exhorto a que lo dejes nacer en ti, ¡jamás te arrepentirás!

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